miércoles, 13 de octubre de 2010

A mi me gustan las de monstruos

"Algo nos ha encontrado"


Hay mujeres que disfrutan de las películas románticas, especialmente si tienen final feliz.

Otras, prefieren los dramas cuyo objetivo principal es constreñirnos las tripas hasta que no podamos más que deshidratarnos en llanto.

A mí, en cambio, me gustan las de monstruos.

Fue en 1933, de la mano del director Merian C. Cooper, que el primer monstruo de verdad irrumpió en una pantalla y revolucionó la historia del cine, al punto de haber creado un sub-género con historia y fanáticos propios.

King Kong, el mono gigante que terminaría suelto en la ciudad de Nueva York, impactó al mundo entero, no sólo por su tamaño sino porque se sentía real.

Kong había nacido para convertirse en un clásico, pero también en un ícono de la cinematografía y en el estandarte de una historia que permitió que otras bestias enormes empecinadas en destruir ciudades encontraran su lugar en la pantalla.

Hay todo un catálogo de monstruos que pasaron por el cine, pero el más importante y el único que puede empezar compararse con King Kong es Godzilla, que nació en 1954 gracias al director Ishiro Honda.

Ahora tocó el turno de “Cloverfield”, una propuesta pochoclera alucinante producida por J.J Abrams (ídolo que nos trajo la inigualable Lost) que implica un nuevo viraje para las viejas películas de monstruos sin perder la esencia que hizo de este tipo de cine algo real.

“Cloverfield” es para las películas de monstruos lo que “El proyecto Blair Witch” fue para las historias de fantasmas. Es un film que dividirá a la audiencia como Moisés dividió el Mar Rojo.

Para algunos será intolerable sostener casi 90 minutos de esquizofrénica acción cámara en mano. Algunos se sentirán mareados y con náuseas. Otros estarán simplemente desorientados e iracundos por la experiencia. Otros, como yo, la disfrutarán de punta a punta.

Todas estas reacciones son legítimas y aceptables, porque “Cloverfield” no ha intentado presentar otra típica película de monstruos donde vemos al susodicho arrasar con todo en su camino.

En cambio, el productor J.J. Abrams y su equipo creativo quisieron representar la catástrofe desde un nivel terrenal y trágicamente humano. Si algo nos enseñó la tragedia del 11 de Septiembre es que, aunque nos parezca increíble, cuando el desastre golpea, las cámaras se encienden.

Por eso si estás buscando una típica, prolija y límpida película filmada con cámaras sobre sus correspondientes trípodes, probablemente deberías buscar en otro lado.

Es justamente esa cualidad ecléctica la que hacen de esta experiencia algo tan real. La incapacidad para ver que está ocurriendo exactamente es parte del atractivo del film.

Algunos pensaran que es frustrante. Otros lo encontrarán excitante.

El film, que es esencialmente el contenido de una cinta de video familiar, comienza con una linda escena entre amantes y luego con una fiesta entre amigos. Al principio, incluso, puede parecer un tanto lenta. Y nos parece que asemeja más a un drama que a una película de acción y ciencia ficción.

Pero no desesperéis, mis amigos. Se trata sólo del viejo truco de Ridley Scott. Porque de repente todo se va al infierno. El mundo explota. Los edificios colapsan. Los proyectiles surcan el aire. En unos minutos, Nueva York es un caos. Hay un monstruo gigante en las calles, y parece ser inmune a todo las armas que los seres humanos poseemos en nuestro arsenal.

Es importante aclarar que esta no es una historia lineal con todos los baches cubiertos. Nada en concreto es revelado, ni sobre el monstruo ni sobre su origen ni sobre sus motivaciones. Al estar la acción meramente confinada a lo que se captura en la filmación casera de un sujeto cualquiera en medio de la catástrofe, “Cloverfield” elimina la necesidad de aclarar esos puntos.

De hecho, nunca tenemos una visión clara de la criatura (al menos no en el modo en que uno lo esperaría en una película tradicional). La película se atiene al viejo lema de “Tiburón” de que los monstruos son usualmente más intimidantes cuando menos podemos ver de ellos.

¿Qué es lo que la cámara en mano le ofrece a “Cloverfield”? Esa sensación de intimidad que no podría ser obtenida de otra manera. Nos hace sentir que estamos codo a codo con los protagonistas, en lugar de estar mirándolos desde una distancia segura. Lo que nos provoca es una intensidad que no podría alcanzarse de ningún otro modo.

“Cloverfield” es interesante porque es devastadoramente diferente. Toma un concepto antiguo y usado hasta el cansancio, y lo fortalece dándole una aproximación innovadora.

Y, a la vez, convence porque nunca nos deja ver más que lo que promete: el modo en que un grupo de personas cualquiera vive el peor de los desastres.

En “Cloverfield” el sujeto que sostiene la cámara no se topa con el héroe de turno ni con el presidente ni con ningún alto general de la milicia que se tome el tiempo para explicarle exactamente qué es lo que está ocurriendo.

En “Cloverfield”, como es lógico, los protagonistas nunca están tan cerca de la criatura como para dejarnos verla completamente, porque, obviamente, no son estúpidos.

En “Cloverfield” no hay grandes explicaciones científicas sobre el origen de la criatura ni grandes planes para destruirlas. Y al final, en realidad, nunca sabemos qué demonios ocurre con ella.

Lo único que “Cloverfield” ofrece es la visión realista del modo en que personas comunes podrían vivir este tipo de tragedia si les llegara a su vecindario.

No importa si, como muchas otras veces en el cine, los monstruos parecen surgir de la nada. Ni tampoco importa si, como otras tantas veces, todos los bichos malvados que andan dando vueltas por el universo parecen tener un encono particular con Nueva York.

Desde el momento en que se apagaron las luces de mi living y hasta el momento de los títulos, me CREI que había un monstruo gigante destrozando Nueva York. Sufrí y me desesperé con los personajes. La amenaza me fue tan real como antes me habían parecido las de King Kong y las de Godzilla.

Yo me la creí. Y, al fin y al cabo, esa es la razón por la que “Cloverfield” funciona: porque te lleva al corazón de la tormenta y te deja caer allí.

¿Ingenua yo? ¿Crédula yo? Tal vez. Pero que voy a hacer.

A mi me gustan las de monstruos.

Pau

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